2/11/10

Tirando piedras....


Uno de los triunfos del fascismo alemán fue conseguir repartir la culpabilidad de su horror con la totalidad de la población: mediante mentiras, razones populistas, y promoviendo una especie de confusión general, consiguieron implantar un sistema que consiguió exterminar a seis millones de seres humanos en apenas cuatro años, de manera ordenada y despiadada, sin que el grueso de la población reaccionara ante tal horror. Un estigma, que como dice mi amiga Claudi Henke, se sigue arrastrando en cuanto sale de su frontera aún sesenta años después. El fascismo nazi consiguió que todos los alemanes tuvieran, con agrado o no, su parte de culpa y castigo de aquel horror.
Es ahora, 65 años después, cuando salen a la luz hechos terribles: tres millones y medio de alemanes fueron asesinados tras la guerra, dieciséis millones fueron expulsados de sus casas, más de doscientos mil nacimientos en 1946 producto de violaciones masivas. Es una insensatez pensar en castigo hacia los culpables, de que esas desportaciones, esas violaciones y esos asesinatos, castigaran a los verdaderos culpables. La ira y la brutalidad de los vencedores quedó oculta bajo el paraguas de palabras como justicia y libertad.
El silencio, la no rebeldía durante las tiranías es siempre excusable; en todos los estados totalitarios la lucha contra el sistema es una cuestión de vida o muerte, de libertad o prisión... pero ese silencio cómplice ante las barbaridades de un sistema, es el triunfo del mismo. Las tiranías, ya sea en nombre del Partido, del Movimiento, o el Sistema, quieren encauzar la vida misma, pero eso es algo imposible.
El hombre lleva siglos intentando alterar el discurrir de la vida, pero cuanto más viajas, supongo que tomas certeza de que entre oprimidos y opresores, entre ricos y pobres, entre tiranos y esclavos, se dan muchas más coincidencias que diferencias.
Un niño juega y cae al suelo raspándose la rodilla. El niño llora y la madre lo consuela. Un niño escucha el brutal estampido de un AGM-129ACM lanzado desde un B-52H sobre Bagdag, el niño llora al ver la cara aterrorizada, ya muerta de su padre, sin entender qué ocurre en el mundo. Una niña llora en el corazón de África mientras su abuela es arrastrada al exterior de su choza... Si pudiéramos recojer esas lágrimas, las del niño que llora porque su tiempo de Play ha terminado, las del hijo aterrorizado que llora la pérdida del padre, las de esa niña violada en África, veríamos que todas esas lágrimas tienen el mismo sabor, la misma composición química, pues brotan de la misma fuente.
Un adolescente suspira al ver pasar a la chica de sus sueños. Ese primer amor sucede a diario, y por igual, tanto en los callejones de Benarés, como en la calle Serrano de Madrid, o en una aldea perdida de África. El adolescente duda en como encarar la situación, tartamudea, se sonroja. La famosa bilirrubina, el tartamudeo, la esperanza.., es igual para todos ellos.
Un anciano se despierta sobresaltado en plena madrugada, en esa hora incierta en que la muerte suele aparecer. Piensa en cuantas madrugadas más podrá ver y se deprime. Al cabo de unas horas, ese mismo anciano nota la presión de los pequeños dedos de su nieto en su mano y siente que la vida es bella y vale la pena vivirla. El anciano comprende que será él quien deje a la vida y no la vida quien le abandonará. Este pensamiento le consuela. Ese anciano, bien podría ser ese estafador de Madoff, el señor Hassib de Delhi, mi tío Pere y patriarca de la familia, o la señora Anna Mburano en una aldea del Congo.
Muchas veces, el sistema es tan fuerte, está tan implantado en una sociedad, que es imposible cualquier atisbo de rebelión, y sus ciudadanos acaban convirtiéndose en una especie de cómplices silenciosos y acobardados.
Leo en opiniones de gente muy dispar la misma coincidencia: estamos encaminándonos, si no lo estamos ya, hacia un totalitarismo financiero: el poder político desaparece y parece que el Dinero, el Mercado, se han convertido en el nuevo Hitler o Stalin del siglo XXI. Los sistemas políticos admiten su incapacidad para gobernar en el mercado financiero. Ya nadie sabe el porque sube la luz, cierran o abren los créditos, o suben y bajan las hipotecas. Sencillamente nos adaptamos a ello, como otros se adaptaron al fascismo, a Stalin, a Mao. Cuan más dura es la crisis, menos parece importarnos de donde provienen los productos que usamos, tan sólo nos interesa que se adapten a nuestro bolsillo.... Pero eso no deja de hacernos cómplices silenciosos de ciertas barbaridades que se cometen en nombre del sistema, ni debe dejar de recordarnos ese vínculo común que compartimos con todos los humanos.
Hoy me he sentido así, culpable, cómplice silencioso, y por tanto, responsable ante unos hechos terribles. Sin ser colaborador necesario, sin estar de acuerdo, enterándome unas semanas después, a miles de quilómetros de los hechos...., pero aún así, me siento culpable por seguir en silencio, por no poder hacer nada.

La noticia surgió a primeros de agosto y es ahora cuando ya se saben todos los detalles. Los hechos se repetieron, digo repetieron, pues llevan sucediéndose desde hace unos trescientos años en la región de Kivu, Congo.
Una aldea de esas que vemos en los reportajes de televisión: las montañas del norte del Congo envueltas en nieblas, chozas de barro con techos de paja diseminadas entre árboles. Pequeñas sendas de barro rodeadas de selva, algunos pequeños cultivos y una decena de cercados para cabras. Un paisaje idílico. Una aldea de bonito nombre. LUVUNGI.
El 30 de Julio irrumpieron en la aldea unos trescientos paramilitares que custodian o luchan por el control de las minas de coltán de la zona. Los grupos rebeldes tienden a acometer cuentas más atrocidades mejor para obtener beneficios cuando el gobierno los integre en la milicia. Durante cuatro días violaron sin descanso a las 297 mujeres de la aldea con edades comprendidas entre los cinco y los ochenta años.
El relato de que Anna Mburano es estremecedor. Entraron en su choza, abofetearon a los niños y la arrastraron al exterior. -"Me tumbaron de espaldas y empezaron a violarme cuatro hombres vestidos con ropa militar". El suplicio duró toda la noche. - " A la mañana siguiente conseguí arrastrarme hasta la choza, sangrando por todos lados para comprobar que mi nieta también había sido violada. Volvieron de madrugada y en la aldea ya no se escuchaban gritos de terror como en la primera noche. Al tercer día todo fue silencio..."
Anna Mburano tiene ochenta años y posa así de digna para el fotógrafo de AP.... duele mirarla.
La tortura duró cuatro días sin que los cascos azules desplazados a la zona, a pocos quilómetros, se enterara o hiciera ademán por enterarse. Creo que sería absurdo penalizar en su totalidad a esos desgraciados hindúes que ejercen de fuerza de paz en territorio de guerra...absurdo. Enviar tropas de paz a un conflicto armado tan sólo sirve para aliviar ciertas consciencias occidentales.
En una tierra donde las mutilaciones, el rapto de niños para convertirlos en soldados, los asesinatos masivos, ya no parecen ser noticia, las violaciones masivas se han convertido en la nueva arma de guerra en el Congo.
A pesar de compartir el mismo aire que respiramos, la misma agua que bebemos... las súplicas y los gritos de terror no llegaron hasta nuestros oídos. Busco el nexo de unión que tengo con Anna: recuerdo a mis abuelos, a mi vecina de ochenta y tres años, su fragilidad y devoción por sus nietas, a mi tío, a las viudas de Benarés..., y no alcanzo, ni remotamente, a comprender que puede habitar en el alma humana para cometer actos semejantes. Como puede haber empresas que se beneficien del terror. Consumidores a los que no nos importa o preferimos ignorar la procedencia de una materia prima impregnada de sangre y dolor.
Mis dedos sueltan con asco el teléfono móvil compuesto por un metal que ha llevado el terror a los últimos años de Anna. Pienso en la manipulación que sufrimos, en cómo las grandes multinacionales parecen saber con exactitud mis necesidades o mis deseos.
Estoy convencido de que la gente toleraría una forma de consumo responsable con tan sólo ponerse en la piel durante sesenta segundos, de las noventa y seis horas de terror y dolor, de humillación y desprecio, que sufrió la señora Mburano por culpa de un mineral que nunca llegará a consumir y ni sacar provecho de ello.
El recuerdo de Anna Mburano me hace redoblar el compromiso por saber de donde provienen esas materias primas que consumo a diario. Tomar conciencia de lo que consumo y actuar conforme a ello..., y desde esta pequeña plataforma intentar crear un minúsculo eco para que los gritos de Anna y su gente no se desvanezcan para siempre.
Hay momentos en que uno cree que cualquier acción parece infructuosa ante esta enormidad. Los sistemas siempre intentan parecer indestructibles..., es entonces cuando recuerdo una frase de una escritora norteamericana, no recuerdo su nombre, que trabajando como corresponsal en el bando republicano durante nuestra última guerra dejó escrita esta significativa frase...
"No sé que efecto producen las piedras que tiro en el estanque, pero yo, tiro piedras..."

Fuentes y recomendaciones.
* Después de Reich, crimen y castigo en la posguerra alemana. Giles MacDonogh. (Galaxia Gutenber)
* Mass rapes in Congo. The New York Times. Jeffrey Gettleman.
* La guerra del coltán. Sonia Aparicio. El Mundo
* Violaciones masivas como arma de guerra. Ramón Lobo.
* El corazón de las tinieblas. Josep Conrad.
* Los ojos de la guerra. Manuel Leguineche y Gervasio Sánchez.
* Vida y destino. Vassili Grossman