30/5/12

Carta al rey.....

La primera vez que ví un elefante de verdad fue en 1998, hasta ese día los había visto en el zoo, en circos, en películas y documentales. De esa distancia sólo podía ver un animal grande y feo, ruidoso, sucio y triste. suele pasar con los animales salvajes que están enjaulados o viven en hábitats ajenos a su naturaleza. Les puedo asegurar que todo ello se borró en apenas siete segundos.
Un grupo de seis mochileros nos pusimos de acuerdo en ChiangKok, un pueblecito al norte de Thailandia, justo al borde del río Mekong, que se usa o usaba para entrar en Laos, para entrar en laos, hacer un trayecto que desaconsejaban todas las guías y platarnos en LuangPrabang, la joya del Mekong. Una vez superados los trámites de visados y papeleo, cruzamos al pueblo gemelo, en la orilla opuesta del río, no recuerdo ya el nombre y entramos de forma oficial en Laos, el país de los 10.000 elefantes. Nos dirigíamos a LuangPrabang, y para ello debíamos instalarmos en un 4X4 junto con algunos nativos y atravesar por una pista de tierra los 185Km que nos separaban de Luang. El trayecto, entonces, era de una 16horas, ir a paso de tortuga, pararte cien mil veces a sacar el auto del barro, de ríos, apartar troncos caídos o pararnos a dejar y recojer a indígenas que, colgados de las barras antivuelco usaban el coche a manera de autobús. Nunca en mi vida había visto, ni he vuelto a ver, ni creo que vea, una selva tan espectacular, verde y hermosa: una selva donde apenas podías vislumbrar nada a 20 metros fuera de la pista de frondosa y densa que era o es, la reserva natural del NamTha y NamPha.
A medio camino, y sin motivo aparente, el conductor frenó en seco y se giró hacia nosotros indicándonos que calláramos. Los ojos de pánico que puso para decirnos en su rudimentario inglés que estuviéramos en silencio y muy muy quietos, nos convencieron de inmediato para obedecer. Lo primero que pensé fue en un tigre, y de inmediato noté como se aceleraban mis pulsaciones, pues esta es una de las zonas por las que ronda en libertad. Después pensé en bandidos, o en guerrillas maoístas que también pululan por la zona. Todo en apenas tres o cuatro segundos, pensando en que hacer, ni me atrevía a sacar la cámara mientras mi cerebro iba a mil por hora. De repente la selva se abrió, literalmente se abrió: donde antes sólo había plantas y arbustos enmarcados en unos tonos grises que se aclaraban cuanto más al cielo mirabas y se oscurecían cuando más en la inmensidad de la selva profundizabas..., les juro que la selva se abrió, y cuando lo recuerdo aún me estremezco de felicidad.
Una cabeza de elefante, enorme, gris oscuro, una gran trompa, unas enormes orejas, todo ello surgió de la selva sin apenas hacer el mínimo ruido, parecíamos un coche de juguete con sus muñecos, ahí a su lado. Rodeó el lateral izquierdo del auto, se puso delante y dejó que pasara la cría que iba con ella, un mini-elefante del tamaño de un caballo gordo que cruzó la pista al trote. La madre nos echó una última mirada rápida, serena, fugaz, y sin apenas habernos dejado tiempo para exhalar el aire, se sumergió de nuevo en la selva y desapareció por completo dejando como único vestigio de su paso unas ramas contoneándose.
Ni los olimos, ni los escuchamos ni apenas pudimos saborearlo. El conductor nos indicaba con gestos que siguiéramos en silencio un rato y durante ese minuto estuve deseando salir y correr tras ella, gritar a mis compañeros de felicidad loca, sabíendo que difícilmente volvería a ver algo igual. Un elefante en su estado natural, no en reservas, ni circos, ni zoos, ni zonas controladas. Un elefante que si hubiera querido o hubiera tenido un mal día, nos podría haber echo papilla en segundos.
Siempre me he sentido afortunado con ese recuerdo fugaz y cuando tengo malos días recreo ese viaje a través de esa selva y vuelvo a pensar que el mundo junto con todos sus animales es un invento absolutamente extraordinario e increíble.
El segundo elefante de verdad, con el que tuve una relación, fue Ganesha, una elefanta del templo de Humpi, al sur de la India. Su dueño Hammal y ella tenían una relación que no difería en nada a la relación que pueda tener alguien con su perro. Es cierto, ya no era un elefante "de verdad", pero me maravilló el grandioso poder y fuerza rodeado de una ternura infinita en cada uno de sus movimientos. Ganesha golpeaba con la cabeza la casa de su dueño, apenas unos leves toques con la frente pero que hacían temblar la casona de adobe y ladrillo, y Hammal, su amigo, salía y se ponía a acariciarla mientras le frotaba la oreja. Le hablaba, le pasaba un maní y la elefanta parecía contenta y daba pequeños golpes con la trompa en la cabeza de su amigo. Me acerqué con cuidado y cuendo el dueño me vio, me dijo que tranquilo, que viniera. La elefanta me olió de arriba a abajo, me quitó el tabaco del bolsillo con extrema delicadeza y se lo zampó escupiendo luego el envoltorio, se dejó acariciar, y durante tres días, cada atardecer me acercaba a la casa de Ganesha y Hammal para hacer el té y disfrutar de su compañía. Es increíble el estar al lado de un animal tan poderoso y sentirte como en compañía de un niño sin darme cuenta que el niño era yo. Ganesha procuraba no pisarte, nos trataba siempre con la fuerza calculada para que apenas pudieras notar sus avisos con la trompa pidiendo más caricias, más cepillados o más fruta.
Todo el mundo sabe con que se divierte el rey y sus amigos, matando seres maravillosos, espectaculares y únicos, seres que en unas décadas serán míticos, pues ya no existirán, asesinados en cotos cerrados, (por qué mierda le llamarán cazar a esto?), esclavizados y humillados en circos y espectáculos por una supuesta raza superior... aqué me suena eso.
hace mucho que no voy al zoo, nunche pagado ni pagaré para asistir a espectáculos en los que se utilizan animales, y por supuesto, no tendría valor para matar o torturar a un ser vivo por diversión, algo propio de psicópatas y de gente sin recursos morales. Vacíos
Siento una verdadera lástima por el personaje incapaz de ver la belleza, de apreciar la perfección de la naturaleza, aunque pese siete toneladas y sea grande como una casa de tres pisos y necesite matar a un ser indefenso con tal de afirmar sus inseguridades....., pobre desgraciado.