27/9/12

Rumores de guerra

Lo que al principio pareció fruto de la ineptitud de unos gobernantes, lo que luego se fue desvelando como fruto de la miseria humana, del servilismo, de la codicia de unos pocos, aparece ahora como una nueva forma de guerra de clases, una guerra transversal que empieza a golpear a países que nunca pensaron que las desgracias y las miserias que veían en otros lejanos países pudieran ahora materializarse bajo nuestras narices.
Tres hechos aislados, casi anónimos entre las noticias macroeconómicas, entre probaturas políticas y discursos de economistas de postal, entre masivos despidos en grandes empresas, me indican, o así lo creo yo, que un nuevo-viejo sistema parece ganar la batalla por el control de los recursos y la población de este planeta.
Desde el principio de las sociedades, unos pocos han intentado beneficiarse y controlar a la mayoría.: Los espartanos tenían a sus ilotas, campesinos semi esclavos cuya única labor era procurar alimentos a la clase guerrera, la tan democrática Atenas, sólo consideraba como humanos de pleno derecho a los ciudadanos atenienses. El feudalismo europeo suele parecer romántico en las novelas de caballerías, pero la mayoría de la población vivía subyugada, mal alimentada y sin esperanzas, bajo el poder de unos pocos tiranos, nobleza, clases dirigentes...., cambian de nombre pero son los mismos.... con poder de vida y muerte sobre sus vasallos. Con la revolución industrial vinieron las grandes y nuevos millonarios que no dudaban en hacer trabajar a niños, ancianos y enfermos hasta el límite de sus fuerzas en aras de la producción y el beneficio. Durante siglos, Europa vivió de los beneficios que producían unas colonis en Africa, Asia o América, creando la mayor red mundial de esclavos, de trabajos forzados y expolios a países como nunca en la historia se dio. Más tarde, ese mismo primer mundo financió dictadores, sátrapas sin escrupulos que colocaban como marionetas a los mandos de países para mayor gloria de sus grandes multinacionales, A nadie le parecía importar el destino de unos humanos, con diferentes credos, colores y costumbres, mientras el primer mu ndo estuviera bien abastecido de materias primas baratas. La globalización también acaba con esas distinciones y ahora todos somos humanos de segunda. No es de extrañar que casi todas las guerras, todas, tengo un transfondo económico muy localizado y concreto, y si bien hubo revoluciones sociales y grandes logros en este último siglo en favor de la clase obrera, es fácil comprobar, revisando informes oficiales de la UNESCO, MSF, UNICEF, etc, que cada vez hay más gente en el planeta que dispone de menos recursos, menos oportunidades, menos agua, menos esperanza, en proporción a la de sus antepasados cien años atrás.
Loa tres hechos, sucedidos en Barcelona, me hacen pensar que esta guerra económica ha llegado a nuestras casas: son los mismos espartanos, los mismos señores feudales, los mismos industriales y esclavistas, los mismos constructores de pirámides, que creen que tenemos más de lo que merecemos, Llevan tres mil años pensando de esta manera, y si bien varían sus métodos, sus fines siguen siendo los mismos y si el ser humano nunca ha tenido empatía hacia el más desfavorecido, ¿Qué nos hace pensar que esos famosos mercados y corporaciones dirán basta mientras no estén obligados a hacerlo?
Primer hecho.Leído en el periódico, sucedió en el cementerio donde está mi familia, en el barrio de Sant Andreu no hace ni medio año. Un señor de más de 76 años fue con su hijo tetrapléjico al nicho donde está enterrada su mujer. Ahí mismo estrangula a su hijo y luego se suicida. En la carta hallada después, explica que la retirada de ayudas, la subida del alquiler...., ya pueden ustedes imaginar el drama terrible, me atrevo añadir que la sensación de desamparo, la ausencia de un gobierno o una socidad justa que se ocupe de los más frágiles, el saberse ignorado por el conjunto de todos, le llevaron a una decisión dolorosa, trágica.
Segundo hecho. Me encuentro en la farmacia del barrio, en plena sagrada familia, delante de mí, un abuelo le pregunta a la farmacéutica, mostrándole la calderilla en la palma de su mano, que de cuales medicamentos puede prescindir. Tiene su punto de orgullo y no pide, prefiere sacrificar su salud que incumplir unas leyes absurdas que penalizan al más desfavorecido, o degradarse, a su edad, a tener que recurrir a la caridad. Los que hacemos cola, y es algo que me alegra narrar, los tres seres humanos que lo oímos, insistimos en pagar ese pequeña diferencia para que el abuelo se lleve las medicinas. El euro por receta...., ¿En qué coño estaban pensando estos políticos serviles comemierdas?
Tercer hecho. Son las nueve y media de la noche y desde el balcón de casa sigo una pequeña discusión en la calle. Una mujer con tres pequeños, dos jóvenes y tres magrebís se ponen de acuerdo para buscar en los contenedores de comida caducada o inservible que tiran del Condis de delante cada día al cerrar.
Todos sabemos de casos, todos tenemos víctimas que no muestran su sufrimiento en publico, tan cerca, víctimas provocadas por unos gobiernos y unos mercados que ni conocemos ni nos conocen. Víctimas que dejan de importar cuando no son productivos. Los que vemos ahora son los primeros, los más frágiles y desamparados, pero si no tomamos consciencia de la crueldad de quienes nos gobiernan, que nadie se extrañe cuando pase de espectador a víctima.
Creo que es el momento de una nueva revolución social, una nueva forma de entender nuestro entorno, nuestras necesidades. Entender que desde la individualidad se puede combatir en conjunto. Ser más solidarios y empáticos que nunca. Actuar, rebelarse, hacer crecer nuestras esperanzas y sueños