19/12/11

... Soluciones???

Reconforta ver la cantidad de gente que a pesar de la crisis sigue pensando que un mundo mejor es posible.
En el anterior escrito, un tanto pesimista, hacía sonar las alarmas ante la alarmante falta de solidaridad provocada por la famosa crisis. Es sólo miedo y desconocimiento: el miedo provoca incertidumbre y ante lo desconocido, nuestra mente crea el peor de los escenarios posibles y tendemos a volvermos mezquinos y egoístas. Es evidente que los políticos de nuestra era muestran una falta de ética por su trabajo, carecen de compasión por el más débil y ya no son más que burdas marionetas de los famosos mercados. Me pregunto de qué sirve ir a votar cuando las decisiones de los políticos están guiadas por los poderes reales de la sociedad. Grupos financieros, bancos y fondos de inversión deben decidir que hacer con las pensiones, con las ayudas sociales, son quienes deben velar por unos derechos adquiridos en base a una lucha que ahora parece olvidada. Sería de ilusos confiar en estos grupos para construir un mundo mejor y mucho más el creer que se nos tiene en cuenta para algo.
Es gracioso como los mercados imponen gobiernos de tecnócratas en pos de un mayor rendimiento económico dándonos a entender que esa gente en la que antes habíamos depositado nuestra confianza no eran más que una pandilla de ineptos, despilfarradores y corruptos. Puede que en muchos casos sea cierto, pero sigo negándome a creer que todos fueran así: mientras, estos presuntos tecnócratas nos quieren hacer creer que recortando toda prestación social y convirtiéndonos en mano de obra barata y callada será la solución a los problemas que ellos permitieron crecer. ¿Hasta cuando?
En vista de que el dinero es lo único que entienden, deberíamos empezar a usar sus propias armas. Creo que no vale la pena ir a votar cada cuatro años y limitarse a esperar que una gente que no conocemos de nada escriban nuestro futuro. Estoy convencido de que un euro es más poderoso que un voto cada cuatro años.
En realidad todo se reduce en ser conscientes en que invertimos nuestro dinero. Si a uno le molesta que desaparezcan los pequeños comercios y proliferen las grandes superficies, lo que debería pensar es que cada vez que va a comprar a una gran superficie, ayuda a cerrar un pequeño negocio, así que, yo mismo, si dejara de ir a comprar a seis tiendas diferentes, la verdulería de la calle Castillejos para comprar verdura, la carne en la carnicería de la calle Padilla, el pescado a la señora Chuti, el pan a la Joana, la comida del gato a la pequeña tienda de Manel, en la esquina, no tendría ningún derecho a quejarme de que el gobierno municipal no hace nada por conservar los pequeños negocios. Es cierto, pierdo mucho tiempo en ir de aquí allá, pero el día que abran otra gran superficie, y mi casa está rodeada, y cierren los pequeños comercios, no debería de extrañarme pues yo he colaborado con mi dinero. El dinero es un arma muy convincente y te proporciona una libertad de expresión que ahora es nula con el sistema democrático.
Nos entristece ver las imágenes de las hambrunas africanas, los bosques deforestados, la agonía del oso polar por culpa del deshielo, que las ciudades estén cada vez más contaminadas; son problemas que tiene una solución individual. Aunque parezca que tiramos piedras al mar, el saber que haces lo correcto y no lo fácil, te puede proporcionar el derecho a reclamar, pero si durante nuestras vidas nos aprovechamos de un sistema injusto para algunos y solo ejercemos el pataleo cuando nos rascan la oreja, me parece hipócrita y desleal para con un mismo enfadarse cuando antes te beneficiabas.
Informarse de lo que comemos, bebemos o vestimos, de cómo y en qué condiciones se ha fabricado tal o cual producto, ya no es solo un derecho, sino un deber que debemos ejercer a diario. Si una empresa no respeta los derechos de los trabajadores en tal o cual país a cambio de poder vender el producto más barato en Europa, es momento de dejar de comprar ese producto e informarnos más, pues tarde o temprano serán nuestros derechos los que se verán pisoteados para que otros puedan consumir sin freno. Que un banco tal o pascual embarga pisos sin rastro de compasión, por qué no sacar el dinero, por poco que sea, de ese banco e informarnos de que entidad tiene un trato más justo con sus clientes y hacerles merecedores de nuestra confianza. Que cierta cadena de electrodomésticos tiene en régimen de semi-esclavitud a sus empleados a cambio de unos precios muy muy baratos, pues prefiero pagar un poco más y recompensar a la empresa que cuida de sus empleados.
Parece que no somos conscientes del poder de nuestras pequeñas inversiones diarias, pero si Ellos solo se rigen por resultados económicos, es justo que quien tiene el dinero real, el pueblo, decida donde, como, y a quien, depositamos nuestro dinero, por poco que sea; total, más pequeño y ínfimo es esa papeleta inútil que introducimos en la urna una vez cada cuatro años.
Ser conscientes de nuestro dinero es una tarea más difícil y complicada que decidir a quien votamos. Requiere tomarse un tiempo para informarse, caminar un poco más en busca del comercio adecuado, andar en vez de coger el coche, reciclar en vez de tirar... y poco a poco, estoy convencido, tendríamos un planeta mejor, más limpio de alma y cuerpo.

24/11/11

.......... Harto

No es bueno escribir enfadado, por lo menos para mí: tal vez por ello lleve un tiempo alejado del blog, pero la actualidad, la sucesión de acontecimientos que parecen querer llevarse al infierno este mundo acomodado en el cual creíamos vivir me dejan fascinado y algo bloqueado.
Las pequeñas y grandes miserias de nuestro entorno se mezclan de una manera asfixiante con la realidad y la precaria situación en la que se encuentra nuestro planeta. Ya nadie parece tener tiempo para salvar al lince, proteger al rinoceronte o al tigre, o a los bosques que nos dan oxígeno, ya nadie parece preocuparse por el calentamiento global, que apenas quede el quince por ciento de las especies marinas que existían hace veinte años, o que unos millones de africanos mueran de hambre, de hambre, en el siglo XXI.
La crisis no sólo parece ser económica, sino ética. Se entrevé una alarmante falta de Humanidad, y la carestía económica de muchos es aprovechada por unos pocos para instalar el miedo, el egoísmo, la envidia y la usura entre nosotros.
Ya empiezo a estar harto de este país de fariseos, un país cainita y rencoroso donde solo parece importar el Yo por encima de todo. Pensábamos que todas las comodidades del primer mundo, ya sea el agua corriente potable, la sanidad pública, la educación gratuita y obligatoria, el aparente funcionamiento correcto de la justicia, el poder elegir o no a tus representantes políticos, los tendidos eléctricos para todos, el derecho a manifestarnos, la jubilación, el paro, las bajas laborales, la seguridad pública, etc, etc..., pensamos que nos lo merecemos porque sí. Sin dar nada a cambio, sin responsabilidad para con el estado que te lo proporciona, sin plantearnos si es justo que unos pocos millones de personas tengamos esos derechos mientras miles de millones de personas igual que nosotros llevan siglos muriendo por una diarrea por no tener agua potable, o a manos de dictadores que ayudamos a mantener desde nuestros sofás. Miles de millones de personas aún no saben lo que es una sanidad pública y gratuita, no saben los que es tener cierta justicia social, nunca han votado con total libertad, no tiene ni pajolera idea de lo que es la pensión por jubilación, ni las ayudas por familia numerosa, ni cobrar el paro cuando dejas de trabajar.... miles de millones de personas que son como nosotros, que respiran el mismo oxígeno que nosotros, que trabajan tanto a más duro que nosotros, y que solo ahora, desde que existe la televisión y la red, se dan cuenta de la tomadura de pelo a la que les han estado sometiendo sus gobernantes y sus países "aliados".
Es por ello que estoy harto de tanto quejica, de tanto llorón, de tanto agorero del miedo, de tanto "come-subvenciones". Harto de movimientos que no llevan a nada, de indignados que cuando las cosas les iban bien y el banco les ofrecía targetitas gratis, no veían razón alguna para quejarse por las injusticias sociales evidentes que nos rodeaban, a pesar de que el mundo, fuera de su urna de cristal, ya se estaba desmoronando. Tan solo hacía falta viajar un poco y darse cuenta de que personas muy válidas en aquel país u otro, tenían que vivir con el miedo a que cualquier día, por cualquier causa, ya sea un dictador inepto, unas malas cosechas por culpa de una sequía, un mosquito cabrón, una decisión de cualquier multinacional que implique asolar las tierras donde viven, podía borrar de un plumazo su mini estado de bienestar que trabajando duro, sin fiestas, sin domingos, ni santos patronos, ni puentes para descansar, había conseguido levantar.
Tan solo por una mera cuestión de equilibrio, era imposible que unos quinientos millones de personas vivieran a costa del resto de la humanidad. Hemos arrasado países, bosques, exterminado especies y provocado guerras atroces por querer conservar un supuesto estado del bienestar. Todos, porque todos queremos madera barata, minerales a precio de saldo, nos va muy bien que un chino esté en una fábrica siete días a la semana trabajando quince horas para hacer la ropa del zara por cuatro chavos, no nos importa una mierda que en determinados países "aliados", se utilicen esclavos como mano de obra, o que las mujeres no puedan descubrir sus rostros, o votar o conducir un auto, nada importa mientras el petróleo llegue baratito y con regularidad. Cuando una escucha que la deuda privada española es trece veces superior a la deuda estatal, es fácil llegar a la conclusión evidente de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, y a pesar de la extrema ineptitud de nuestros gobernantes, no es de recibo exigir que sean esos mismos ineptos quienes deban solucionar nuestros problemas.
No es mi estilo ejercer de futurólogo, pero no hay que ser muy listo para saber que las "cosas" ya nunca volverán a ser como antes: aún veo políticos ejerciendo de trileros prometiendo pan y circo eterno. El mundo está cambiando a tal velocidad que los anquilosados culos europeos no tienen tiempo para reaccionar, con políticos del siglo XIX, con la cultura del esfuerzo enterrada y vilipendiada entre todos, y lo que es peor, culpando al de fuera cuando hemos sido nosotros los propagadores del virus de la supuesta abundancia, del todo vale. Una medicina que ahora se está empezando a aplicar entre nosotros. Los bancos, los políticos, los mercados, todos parecen tener la culpa menos nosotros mismos, pero seguimos permitiendo abusos al débil, encumbramos a fascinerosos, idolatramos a unos ineptos e incultos pero el mero hecho de salir en TV o jugar bien con una pelotita. El miedo se instala en la conciencia colectiva justo cuando es el momento de ser más valientes que nunca, más generosos, más justos, más honrados y empáticos de lo que nunca fuimos.
En el año 1994, el fondo de inversiones JPMorgan cualificó el valor del miedo mediante unas complejas fórmulas matemáticas. Ese mismo año se creó la famosa prima de riesgo para las deudas estatales y empezó a aplicarse con saña en países que querían liberalizarse, escapar del yugo occidental. El FMI se creó para poner en vereda a esos países "desagradecidos". Antes nos importaba poco, la sufrían países lejanos. Bien, ellos ya saben lo que es el miedo, parece justo que ahora conozcamos su fea cara nosotros, pero es eso, solo miedo....
La única manera de superar el miedo es el conocimiento.
En eso deberíamos aplicarnos ahora, a dejar de quejarnos y actuar. Tal vez tener presente las últimas palabras de Stefan Zweig escritas en sus memorias... en 1942.
-" Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y solo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caida, solo ese ha vivido de verdad"-

11/8/11

Hambre








Llevo un rato mirando y jugando con el ordenador y de repente siento la necesidad de comer algo. Me levanto, voy a la cocina y miro por encima el interior de la nevera: algo de fruta tal vez. No. Un bocata de queso o chorizo. No me apetece hacerlo. Miro el pescado que haremos para cenar y en mi interior la sensación de hambre se acentúa. Cierro la nevera y me acerco a la alacena: chips, galletas, olivas, mermeladas. No. Vuelvo al ordenador murmurando, -tengo hambre. Mi humor parece que no es bueno por culpa de esa molesta sensación ... Bueno, es evidente que no tengo ni idea de lo que es el hambre y la necesidad que se siente al tener hambre de verdad. Supongo, que mi angustia es más parecida al aburrimiento que a cualquier necesidad fisiológica. No se que tengo, pero hambre seguro que no.

Recuerdo las cenas de navidad como una competición entre los mayores para ver quien era capaz de engullir más canelones, repetir carn d'olla, comerse un trozo de pavo mientras se hacían gestos de que no escatimaran al servir el relleno y la salsa. Más tarde se competía para ver quien zampaba más turrón mientras se escuchaba la frase. -yo aún tengo un huequecito, me queda algo de hambre. No claro, hambre no era seguro. Mejor que hambre, la definición sería de gulafestiva, no siempre esos familiares eran así, pero supongo que una infancia de privaciones, la famosa posguerra, les hacía disfrutar mucho más de una mesa bien surtida en compañía de la familia y en paz.

Me encuentro con amigos que vuelven de diversos viajes tras el verano y muchos suelen repetir. -He pasado un hambre!. A dieta de arroz, de pan y pollo. Normal, muchas veces no es fácil comer en según que lugares, debes dejar atrás algunos prejuicios, no imponer las normas sanitarias de occidente y confiar que lo que comen mil millones de hindúes, o cien millones de mejicanos no debe ser tan nocivo ni mortal como pueda parecer a primera vista. Y si pica o el sabor no se adapta a nuestro paladar, es más fácil hacer un esfuerzo y comer, que pasar esa supuesta hambre voluntaria. No se como definir esa sensación de tener comida y no comer, tal vez tontería, con perdón, pero hambre seguro que tampoco es.

Nuriya Sambur Hassan es una mujer joven, de unos cuarenta años. Es alta y si no fuera por el infinito cansancio que invade todo su cuerpo, nos mostraría un rostro altivo y bello. Nuriya tiene siete hijos, tenía claro, porque estas historias nunca acaban bien. Ella no entiende de geopolítica, ni habrá escuchado nunca nombres como fondo monetario, banco mundial o mercados financieros. Ella no sabe que empezó antes, o que a perro flaco todo son pulgas. No sabe, ni nadie creo que lo sepa, si fueron los desmanes de los señores de la guerra que tienen un país secuestrado ante la indiferencia internacional, o la especulación mercantil que se practica con los alimentos básicos, o la pertinaz sequía que ha dejado sus tierras como inmensos campos de polvo, donde los bueyes, cabras y asnos han muerto de sed, donde los pozos se secaron hace más de dos años y donde los eruditos expertos de la comunidad internacional vaticinan tras sus orondas barrigas en sus bonitos despachos de naciones unidas, que no menos de 29.000 niños morirán de hambre en los próximos meses. Nuriya no sabe nada de eso, pero a ella y a su gente les han condenado a morir de hambre. De hambre... Hay que leer a Vassili Grossman, o Alenxander Solzhenitsyn, o a tantos otros grandes autores que escribieron sobre el Hambre para llegar a entender que se debe sentir al pasar Hambre. La tragedia moral que representa para la humanidad el dejar a tus congéneres morir de Hambre.

Pienso que en Europa ya pocos ancianos deben quedar con vida que hayan pasado auténtica hambre, los supervivientes de las guerras y campos de exterminio, y con el tiempo hemos vanalizado el uso de esta palabra. Nuriya cuenta al médico de msf, que de camino al campo de refugiados de Daadab, donde cada día llegan una media de mil trescientos refugiados, tuvo que comer polvo, literalmente, mezclado con un poco de agua....barro con el que hacer unas tortas. Que sus hijos apenas podían sostener la cabeza y uno a uno, fueron quedándose en el camino, de los siete sobrevivieron a un viaje de ochenta quilómetros cuatro y éstos, deberán esperar días hasta que se les de un tratamiento paliativo de urgencia y es poco seguro que sobrevivan. Recogió hierbas, masticó las raíces y las deglutió en las gargantas de sus hijos. Fue violada en el camino sin que nadie que se molestara en ayudarla o defenderla, todos están demasiado débiles y cansados de todo mientras las guerrillas siguen armándose con un material, que oh sorpresa, llega con puntualidad suiza. Los Kalashnikov, la munición del 30.06, las granadas de mano, las minas antipersona, los LAW-72 antitanque con sus respectivas municiones. Este material si parece tener una buena base logística de entrada y salida a pesar de los tan cacareados embargos y sanciones. Mientras, decenas de toneladas de comida se amontonan en Kenia, en Europa, en USA, sin encontrar una vía de acceso a un país que ni cuenta con ejército propio, ni infraestructuras de gobierno. Un país que con la mitad de los recursos destinados a "liberar" Libia podía haber sido socorrido y se podían haber barrido del mapa a esas guerrillas y grupos paramilitares.

La verdad, se me escapa que intereses tiene las grandes potencias en un país tan pobre como Afganistán, para permitir el desmantelamiento de Somalia y la condena a morir de hambre a su población. Tal vez sea el estrecho de Ormuz, el control del Mar Rojo, la proximidad de Arabia, todo puede ser y valer para unos próceres de la patria que sólo buscan nuestro bienestar.

Que no me hablen de un mundo globalizado, que mientras aquí se quejan por unas pagas, por unas dietas o por unas prevendas que, de verdad, dudo que nadie merezca, la otra mitad de nuestra gente, porque en un mundo globalizado son nuestra gente; mueren de hambre...., de hambre joder.....




11/7/11

Conmoción, empatía, 11 de julio....



La noticia llegó a primeros de abril y causó una gran pena entre familiares y allegados. Es una de esas desgracias que nunca esperas que sufriría Ella, el karma le llaman algunos, el destino, la voluntad de dios me dijeron otros, cáncer terminal de páncreas le llamaron los doctores. Una gran injusticia pensé yo: de todas las personas que hay en el mundo, entre inútiles, vagos, malvados, asesinos, corruptos y demás gente vil y prescindible que habita este planeta, le tuvo que tocar a Ella, a quien nunca vi querer mal a nadie. Ella, que cuidaba de su prole, de su círculo de amigos, de toda la red de familiares, como una gran madre osa. Ella, que había renunciado a sus sueños por amor, algo que nunca he visto volver a hacer a nadie, que perdonó hasta el infinito los errores de quienes amaba, que vivía tu dolor como el suyo propio, alguien a quien nunca le había tocado ni la rifa de la parroquia, era la agraciada de este boleto mortal y doloroso. Si hay algún dios, ese día no hizo nada para ganar un adepto a su causa.

Muchas veces me dijo que le hubiera gustado viajar, ver el mundo, ver esas gentes extrañas que veía por TV, con sus vestidos extraños, sus costumbres extrañas, pero las circunstancias a veces te llevan por caminos que nunca pensabas que hubieras caminado por propia voluntad.

Cada vez que aterrizo en uno de esos países curiosos, siento que Ella está conmigo, en como le hubiera gustado ver las tribus Mnog del norte de Laos, con sus abalorios y vestidos azules y rojos, el verde infinito de las selvas del Nang Pa, en la atención que hubiera prestado al cocinero de las islas Kon mientras cocina sopa de serpiente, sentirse mareada entre los rascacielos de Hong Kong o sentarse a disfrutar de las playas de Kerala viendo un sol gigantesco enrojecer hasta ser engullido por el mar Arábico. Como le hubiera gustado disfrutar de la explosión de color durante el festival Holi, seguro que se hubiera sentido indentificada viendo la misma devoción que ella profesaba a su Dios, reflejada en las pupilas llorosas de la mujer peregrina de Varanasi al bañarse por primera vez en el río sagrado. El gran consuelo y cariño que hubiera regalado a los huérfanos de Guatemala, la emoción y el sobresalto que le invaden a uno al ver una ballena golpear con su enorme aleta el verde mar caribeño. Sentarse a meditar un rato frente a las montañas más altas del planeta sintiendo que se está ante algo único y eterno donde la mano del hombre apenas deja marca ni recuerdo....

Desde la noticia hasta el día de su desaparición tan sólo pasaron cuatro meses, un tiempo en el que el dolor, la conmoción, el miedo o lo que fuera, me impidieron despedirme o decirle todo lo que pensaba. Ella, mientras tuvo conciencia siempre intentó animarme, darme algún último consejo, bromear. Cierto es que todo lo que no lloré junto a su cama lo he podido llorar en todos esos lugares, como si mis lágrimas fueran parte de Ella y quisieran compartir esa experiencia que nunca vivió. No son lágrimas de tristeza ni de alegría, son lágrimas amigas que brotan sin tener conciencia, de compañía involuntaria como quien se asoma a leer un periódico ajeno por encima del hombro.

Cuando yo no era más que un imbécil, recuerdo un día que la vi con los ojos enrojecidos frente a esos periódicos que siempre leía: yo no comprendí e incluso me burlé de Ella un poco: la prensa relataba los primeros indicios de lo que luego se llamaría la matanza de Sbrenica. Le dije que no se podía estar llorando por todas las desgracias que pasan en el mundo, recuerdo la mirada, su mirada de aguila enfadada atravesándome que me hizo callar al instante. -Esa pobre gente, no lo ves-, me decía, -son familias, hijos, hermanos, mujeres y abuelas que sólo quieren vivir, con sus errores y aciertos, pero buena gente, como la de aquí y por culpa de estos hombres... qué derecho tienen a provocar tanto dolor? Por qué nadie hace nada?

Esas palabras me quedaron clavadas, y poco a poco fui entendiendo que cuando la gente buena no se indigna, cuando la gente buena no hace nada y es indiferente al dolor ajeno, sea en el país que sea, de alguna manera están colaborando con los malos. Ser cobarde y ciego ante la injusticia, es otra manera de colaborar con el mal.

Cuando ella murió, un once de julio, con el tiempo pensé que era una forma de recordarme que no debía ser cobarde ni ciego, y ahora, que ya empiezo a reunir un poco de ánimo para escribir sobre Ella, y cuando los medios rememoran la matanza de Sbrenica cada once de julio, me la imagino a Ella ahí en su cielo, cada uno va a donde cree que debe ir supongo, consolando a los que también fueron víctimas de una injusticia.

Esto no le gustaría a Ella, pero espero que el ex-general Mladic muera en prisión tras una larga, dolorosa y cruel agonía que dure más de cien años,... pero también estoy feliz al ver que sigue habiendo gente buena, ni ciega ni cobarde, que han luchado para que ese tipejo y otros no queden olvidados. Me da igual que sea un juego político entre países y todo eso, lo cierto es que muchas veces, los criminales no han sido juzgados y sólo son recordados por las víctimas... y cuando ves a los pinochets de turno, a Mladic, Brdanin, Gotovina o Karadzic, entre rejas, esperas que tengan un largo juicio, una larga condena o acaben como Milan Babic, que tal vez viendo la luz, se suicidó en su celda.

En Calcuta, recuerdo a una chica mochilera enfrentándose con tres hombres que estaban maltratando a un indigente: pequeña, frágil y menuda, no dudó en encarase con esos tres tipos. Al ir ellos a encarse con ella, los viajeros que estabamos cerca nos levantamos al unísono haciendo que se retiran. Ella se giró enfadada hacia nosotros y nos dijo que deberíamos haber actuado con la misma diligencia para proteger al local que a una de nuestra raza. Cobardes, nos dijo. Ese día volví a sentir la mirada de águila atravesande mi ser y me juré que no volvería a pasar.

A menudo, los corazones de león se esconden bajo apariencias frágiles y delicadas.

14/3/11

otra de maestros.....
















Se llama Kiuko Shyuzuke, aunque tras más de cinco años en India siguiendo las doctrinas brahamánicas, cambió su nombre por Do Do. Dudu, para los amigos. Lo conocí en Guatemala, más concretamente en San Pedro de Atitlán, y bien puedo decir que mi vida ya nunca volvió a ser la misma tras conocer a esta especie de maestro. Dudu trabaja de jardinero zen en California, y su estancia en Guatemala no fue más que un fruto de casualidades tan curiososas y complejas como las que me habían llevado hasta ahí a mí también. El destino, el karma, vete a saber, lo cierto es que para un servidor, el estar cerca de las enseñanzas de Dudu, fue sin duda alguna, ahora puedo afirmarlo con el tiempo, el boceto de lo que sería una nueva persona. Borró la desconfianza, el rencor, me hizo crecer... y también perder una gran parte de mis miedos. Le comentaba en broma no hace mucho por correo, que su presencia en mi vida fue como la de un tunel de lavado de almas.

Dudu no es un gurú al uso, ni se plantea ejercer como tal, supongo que es su actitud frente a la vida lo que le convierte en maestro involuntario a quien se quiera fijar un poco.


Siempre curioso, nunca parecía avergonzarse por preguntar una palabra que no comprendía, por saber si tal o cual vegetal era comestible y de que manaera cocinarlo. En su pequeña libreta iba apuntando las expresiones coloquiales: hondureñas, "chapinas", guatemaltecas, canadienses, tacos españoles, franceses o israelíes, apuntando su significado con esa increíble caligrafía nipona. Preguntaba dos y tres veces hasta cerciorarse de que su pronunciación fuera la adecuada. Usaba esas expresiones siempre para hacerte sentir un poco mejor, como muestra de respeto..., al segundo día de conocernos ya me dio los buenos días con un "he dormido de puta madre" apuntado en su libreta desde tiempos atrás, que dicho con su acento japonés, hacía que te murieras de risa. Me propuse, el tiempo que estuviera con Dudu, intercambiar palabras del japonés al español.

Es sorprendente de lo que somos capaces si ponemos un poco de atención, cariño y dedicación a cualquier empresa. Me enseñó que es preferible hablar muy poco pero con correción, que dárselas de políglota y destrozar un idioma y la sensiblidad del que escucha.


No dudaba en probar los platos que cocinábamos, siempre que no hubiera un animal muerto en ellos, pero al final todos acabamos adoptando su especial manera de comprender la alimentación. Ir al mercado de San Pedro con él fue una autentica revolución mental: Dudu se interesaba por todos y cada uno de los vegetales, de las frutas y de las especies que pueden llegar a poblar un mercado situado en un país fértil y tropical como Guatemala. Un servidor, que ya llevaba tres meses y aún no había probado ni el treinta por ciento de ellos, me encontré casi obligado a desesperezar el paladar. Me enseñó a que se puede comer en cualquier país del mundo, sin sobresaltos ni peligros con tan solo poner un poco de voluntad. Es cuestión de desterrar esas manías que arrastramos desde la infancia. -esto no me gusta, esto no lo pruebo....


Muchas veces pensé que él lo había tenido más fácil: criado en el casco antiguo de Kioto, su familia lleva residiendo en la ciudad imperial desde hace más de cuatrocientos años. Su padre, su abuelo, su bisabuelo, que fueron mestros de caligrafía, le inculcaron una manera de actuar, de interelacionarse, que para un mediterráneo resulta desconcertante. Educado hasta extremos increíbles en el respeto a cualquier forma de vida, cuando me escuchó decir que había que matar a las malas hierbas, casi se muere de risa: - hierbas malas, ja ja, no hay hierbas buenas o malas- decía sin para de reír.

Siempre parecía interesado en los problemas de los demás, escuchando con atención y sin interrumpir y no le ví dar un sólo consejo gratuito. Al contrario que muchos viajeros, tampoco lo escuché alardear de sus trayectos, peripecias o "hazañas". Discreto, amable, no podía comer sin invitar a quien estuviera a su alrededor. Honrado y confiado como pocos su casa siempre estaba abierta para todos. Seguro que tenía problemas, como todos, pero como pocos, apenas me explicó un par de sus cuitas que tenía en la cabeza. A pesar del caos que a veces podía reinar a su alrededor, nunca le ví perder la calma y siempre, siempre, pasara lo que pasara, no dejaba de realizar su puja, su oración vespertina, de la que siempre salía con una gran sonrisa. Me sentí honrado por su confianza......

Cada vez veo a mi alrededor más gente maleducada, más gente servil hasta extremos vomitivos, cínocos y desconfiados, cada vez escucho más gente explicando sus problemas sin pensar si merecen ser escuchados por los demás, más gente que grita, que se insulta, tanto en la calle como en los medios, más gente a quienes sólo le importa su propio yo. Gente con manías, con fobias y perezas, gente que alardea de su ignorancia y desdeña el conocimiento.

Estamos rodeados de chinos y pakistanís y me atrevo a decir que la casi totalidad de los barcelones no saben dar las gracias o los buenos días en sus idiomas...., exigimos que aprendan los nuestros, pero parece ser que se carece de la mínima curiosidad, de la mínima empatía por conocer algo más del Otro.

Echo en falta a este amigo y maestro, y cada vez que estoy a punto de contestar con brusquedad, cada vez que siento pereza por tener que aprender algo nuevo, cada vez que voy al "chino" o al "badulake", intento parecerme un poco más a él. Supongo que así deben ser los maestros, modelos involuntarios a los que el alumno debe acercarse por voluntad propia, no por imposición.


Hablé con Dudu unos días después del terremoto, me dijo que su familia bien, que sus amigos bien, que Kioto está lejos del desastre... como siempre, tranquilizando a los demás.