10/8/08

Añoranza







Qué bonita palabra para expresar uno de los sentimientos mas desoladores que existen... Añoranza.
Me encuentro en un dilema, pues debería estar preparando la ruta de Pakistan y pensando en volver a mis amigos de Varanasi, Delhi, o Simla, y sin embargo estoy aquí, en el ciber de mi amigo Rahul escuchando una grabación de cánticos musulmanes viendo una Barcelona vacía. Nos miramos y una sonrisa triste cruza despacio nuestros rostros; creo que los dos pensamos lo mismo, qué mierda hago yo aquí si siento tanta añoranza de Asia. Cada uno por sus motivos, razones o amores, pero la sensación de tristeza interior, mientras el muhecín canta de fondo, es abrumadora.
Añoro perderme en bazares y mercados, descubrir y redescubrir sabores, texturas y sonidos que ya forman parte de mi. Añoro la fe que se respira en Asia, sin importarme la religión que se profese en el país de turno. Añoro esa comprensión total de la vida, con respuestas que pueden gustarte o no, ser veraces o no, pero Asia es un lugar con respuestas a todo, desde Iran a China, nunca he encontrado tantas preguntas y soluciones como en esos países. Añoro a la señora Fuji que me hace de madre, a Krish que me hace de hermano mayor y menor a la vez. Añoro las montañas donde no cualquier idiota puede subir, a pesar de que entre los que las suben hay mucho fantasma, unas montañas que se juntan con el cielo y viven los dioses. Añoro el Ganga, la carga vital que arrastra a través de su recorrido, la servidumbre con la que es adorado y la indiferencia con la que es profanado. Añoro esa carga de eternidad que lleva consigo cada piedra, cada mantra cada puja vespertina y cada oración matinal. Añoro la belleza visual de los mandalas, de los saris, de la selva del Nan-Pa junto al Mekong, de las procesiones de budistas bendiciendo hogares, calles, animales y niños en las calles de Luan-Prabang. Añoro la musicalidad que adquiere cualquier palabra en el interior de un templo budista. añoro la adoración a la diosa Kali, negra y bella porque representa lo real y cruel de la vida. Añoro los dulces bengalís, queso pistacho, geg, miel, anarcardo y menta. Añoro la miel con hormigas, los mosquitos, el olor a chinche recién pisoteado y las letrinas infectas. Añoro los thalis, los samosas recién hechos, el arroz al vapor, los huevos de pato cocidos, la guindilla salvaje, el te fresco, la pimienta de Kerala.
Añoro la sonrisa eterna y tranquila de Meshua Baba, un maestro de la vida...
La verdad, estoy en un gran dilema, pues decir adiós a estas cosas sería como decir adiós a mi propia vida, sería como morir un poco por dentro, y todo lo aprendido en Asia, la tolerancia, el respeto, el amor a la vida sin exclusiones...., todo se difuminaría dentro de mí....