27/2/09

Aviso a navegantes....


En las antiguas civilizaciones, ya fueran persas, egipcios o griegos, exigían de sus viajeros que fueran personas cultivadas, atentas y doctas en algún arte mayor, pues de sus explicaciones y narraciones dependía la visión del extranjero, del desconocido. Los viajeros, deberían ser duchos en botánica para poder explicar a los suyos la flora diferente que habían encontrado, expertos en armas para poder narrar a los militares los avances o las desventajas armamentísticas de una nación sobre otra. También deberían ser curiosos a todo lo que les rodea y poder explicar a cocineros, pintores o ingenieros las diferentes formas de organizar la química y la física de los elementos que tiene el Otro. Y ya puestos, también debían ser buenos oradores: saber narrar una experiencia, una situación o un suceso de una manera amena, entendible para el profano y grata de escuchar al escéptico no es una tarea que cualquiera pueda hacer.

El viajero tenía, una gran responsabilidad, pues no sólo debía volver sano y salvo a su hogar, sino que se convertía en un puente, un enlace humano y cercano entre pueblos distantes, entre culturas diferentes. La imagen que diera el viajero del Otro debía de ser precisa, sincera y tolerante con la diferencias. Fue, a mi modesto entender, el viajero Herodoto quien refleja con absoluta fidelidad ese espíritu de curiosidad, tolerancia y sabiduría. Sin fotografías ni vídeos, sin la inmediatez de los modernos transportes, Herodoto recorrió una buena parte de su mundo conocido y más allá: sus relatos, la tolerancia con la que describe unas diferencias que por aquel entonces eran mucho más abismales que ahora, deberían ser de obligado estudio en todas las escuelas del mundo.

Más tarde, los romanos cambiaron el significado de viaje por conquista, y parece que nada ha cambiado viendo la actitud de prepotencia de muchos turistas, semejante al que ofrecen las superpotencias con los PVD. Ahora no hace falta ser culto, ni curioso, ni que te importe lo más mínimo otras formas de vida para poder viajar. Hemos llegado a un momento en que la realidad queda simplificada en una fotografía: tal vez seamos víctimas de ese consumo desaforado en el que estamos inmersos, donde todo se sustituye con inmediatez, sin preguntas, sin esperar explicaciones complicadas.

Viajar es una de las experiencias más enriquecedora que pueda realizar el ser humano, pero no basta con Poder para saber hacerlo. ¿De qué me sirve ESTAR si no entiendo lo que me rodea?. No basta con fotografiar al porteador de bultos con un fondo de montañas bellísimo, creo que debo saber explicar a mis amigos cuanto gana ese señor, si llega a fin de mes, si sus hijos podrán estudiar de una manera decente, que expectativas tiene en la vejez, qué imagen tiene del Otro,.... tantas preguntas que lo mejor es callar y dejar que hable; la gente, en todo el mundo, siempre agradece que se las escuche.

Nadie nace enseñado y los lectores deberán conformarse, o no, con un viajero aún inexperto, con pocos estudios y menos doctorados, muchas veces carente de la sensibilidad necesaria para ver lo importante, ahí echaré en falta a Marina, y si habéis llegado hasta aquí, también os daréis cuenta de mi falta de pericia a la hora de narrar. Pero soy curioso, mucho: me gusta escuchar, probar, saber a que sabe lo amargo y lo dulce. Llevo siempre conmigo a Kapucinsky, Antoni de Monserrat, Herodoto..., ellos ayudan y mucho a la hora de abrir los ojos. Y por último, me apasiona estar horas y horas en una calle dejándome llevar por conversaciones, olores, ruidos y por los cientos de trabajos cotidianos: buenos, malos, horribles, graciosos, tristes, que pueblan cada centímetro de India. Con esto me iré apañando.....

El próximo desde Delhi, si todo va bien....insaallah

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