28/4/09

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El camarero del vetusto y sucio comedor me miró extrañado cuando me vio entrar junto con los dos chavales banghit. Es extraño que un turista entre a comer en uno de estos lugares insalubres y sucios donde comen los obreros de más baja casta de India. Hay buenos restaurantes locales, sucios y tétricos, pero donde los turistas pueden comer a un precio ridículo y sin riesgo a nada, pero este en concreto; con el camero cubierto de suciedad, las manos negras y unas mesas donde las moscas apenas dejan ver el sucio mármol, no me parecía el más adecuado. Sin embargo, los dos jóvenes banghit que me acompañaban lo habían escogido para ser invitados a comer.
El camarero salió del mostrador y procedió a expulsarlos del local creyendo que eran unos pedigüeños molestando a un blanco inocente: levanté la mano, comenté que venían conmigo y la sonrisa se borró de su cara. Aquí comenzó una lucha de castas, miradas y cabezonerías.
El camarero supone que soy de una casta alta por el mero hecho de poder viajar y tener la cara pálida, también sabe que unos banghit nunca osarían entrar en su local por voluntad propia, pues su sitio está aun más abajo en la sociedad: los banghit comen entre deposiciones, basuras y cadáveres de animales. Los banghit comen sobras, comida putrefacta sobrante de los mercados y restaurantes. Los niños lo saben, pues comen donde comen sus padres, pero aun son capaces de rebelarse ante el sistema y aun tienen la entereza y el valor de querer comer ahí.
Pude ver como razonaban ante la oferta de un buen thali. Si el sabib Joan me invita a comer un thali, pensaron, no le diré el sitio más caro que pueda imaginar, escogeré el lugar donde siempre he deseado comer un thali, el lugar que veo cada día. Un lugar donde la gente se sienta en un banco de madera para comer. Un lugar donde la comida está caliente y servida en un plato de aluminio. Un lugar donde el agua es fresca, abundante y limpia.... A estos dos chavales les he visto crecer desde siete años atrás: han salido adelante en condiciones duras, muy duras. Venden postales, hacen recados, y "recolectan" turistas para las tiendas, restaurantes y hoteles.
Los banghit son unos de los intocables más intocables de la India: su casta se dedica a recoger excrementos de vacas, que una vez amasados con cañas secas y secados al sol serán usados por las familias más pobres como madera o carbón. El humo que desprenden estas "tortas" de mierda al arder es blanco y espeso, con un olor inconfundible. Los banghit también se dedican a limpiar las calles de basura, recogen los cadáveres de perros y ratas muertos que quedan en el asfalto, queman ropa impura y desatascan el sistema de alcantarillas....

El camarero se encontraba en un conflicto provocado por mi cabezonería. Ajush y Salim son los dos chavales banghit: siempre que paso por Benarés procuro comprarles algo de ropa e invitarlos a comer de tanto en tanto: son dos amigos muy cómicos dentro de su desgracia. Listos y rápidos; desde el primer día me recordaron a la figura del famoso Kim de la India. Siempre han sido honrados conmigo: les encargo buscarme el tabaco, el te, o hacer recados y siempre vuelven con el cambio exacto: a pesar de su extrema pobreza nunca me han sisado
Una de las preguntas más recurrentes que me hacen en Europa acerca de la India es sobre los intocables, los parias, los achutas, los sin nombre, los dalit. Me dicen que no pueden comprender como una persona se resigna a ser lo que el destino y la sociedad ha concebido para ellos. Desde la cómoda posición europea es fácil arreglar el mundo y encontrar soluciones para todo, y no mirar la viga en el ojo propio.....
El antiguo código de creencias que dio origen a las castas hace unos 1.500 años sigue inponiéndose sobre la ley y la constitución hindú. Nadie se suele preguntar ni piensa, que la simple existencia de una ley que protege a los achuta, en contra de la discriminación por castas, ya es un paso mucho más grande de lo que podamos llegar a imaginar nunca si no se ha visitado ese país. Los primeros libros vedas no hablan acerca de esta discriminación, y muchos piensan que sucedió lo mismo que en Europa: la sociedad se fue estratificando en sectores debido a la masificación y al aumento de la producción y su consecuente creación de riquezas.
Vayamos por partes: las varnas o castas son cuatro y estas se subdividen en un sin fin de subcastas. Todo ser humano proviene de un ser único, un Todo, y de su boca surgen los brahamanes, (sacerdotes y doctores), de sus brazos surgen los kashatriya, (gobernantes y soldados), de los muslos surgen los vaisya, (mercaderes y comerciantes), y de los pies surge la casta mayoritaria en India y la más baja, los sudra, (campesinos y agricultores). Pero hay un grupo de gente, cercano a los 200 millones de seres humanos, que no surgen de ese Todo: los intocables no pueden beber en el mismo lugar donde los demás beben, no pueden comer donde los demás comen. Los trabajos más peligrosos, sucios e insalubres están reservados para ellos.
Conozco al padre de Salim, y aún tras unos años de conocernos, se sigue sorprendiendo que le de un abrazo, pero se resiste a entrar a comer a un restaurante conmigo: Krisnha, mi amigo, me dice que es normal, que a cierta edad cada uno ya sabe el papel que debe representar en la sociedad, de ahí que no exista un atisbo de rebeldía entre los intocables. Se resignan a ser lo que son.
Los niños, los ancianos y los locos son los únicos que parecen rebelarse ante esta resignación. Cuando veo que la gente en Europa cataloga sin saber nada del Otro, encuentro cierta similitud: si eres ama de casa, no tienes estudios, si eres peón, careces de sensibilidad para apreciar el arte, si eres aristócrata, nunca te pararás a mirar que hay debajo de tus pies. Si eres de derechas eres tal y si eres de izquierdas pascual. Pienso que en Europa hay la misma resignación una vez se ha clarificado el rol que nos pertenece, encuentro a faltar algo de rebelión, de testarudez, de mala leche entre el pueblo llano. Nos parece que tal y como estamos es como deberíamos estar....
No dejaré de aprender, de cuestionar, de incitar o de provocar...., aunque tal vez este sea el papel que me toca representar...., qué lío.
Yo tomé un chai mientras los miraba comer con ganas el thali, sonrientes y con un punto de desafío cada vez que le pedían agua al camarero. Después pagué, unos 40 céntimos de euro los dos platos y el te, y seguí caminando pensando en la valentía de Ajuhs y Salim....