Apenas podemos distinguir entre las diferentes realidades que nos muestran los medios de comunicación. Es tal la acumulación de información poco precisa, pero intensiva y constante, que no nos permite pararnos a pensar, y ni mucho menos, a relacionar los contenidos. Nadie se molesta en explicar la razón de una noticia. Tan solo nos la sirven bien enpaquetada, etiquetada y muy digerible. Tampoco nadie se molesta en exigir esas razones...
Ladrones, corruptos, políticos, guerras, pobreza, crisis, desastres naturales y violencia doméstica: todo ofrecido en paquetes de veinte minutos de consumo rápido: contenidos concentrados, tanto, que me recuerdan a las pastillas de caldo: nos dicen lo que son, pero no tenemos ni idea de donde han salido ni como se han elaborado... pero siempre desprenden un ligero tufo a falso.
Ladrones, corruptos, políticos, guerras, pobreza, crisis, desastres naturales y violencia doméstica: todo ofrecido en paquetes de veinte minutos de consumo rápido: contenidos concentrados, tanto, que me recuerdan a las pastillas de caldo: nos dicen lo que son, pero no tenemos ni idea de donde han salido ni como se han elaborado... pero siempre desprenden un ligero tufo a falso.
Una de las noticias del caldo pasa de refilón y apenas merece unos segundos de pantalla, una noticia más que será olvidada en segundos, pero sus imágenes me recuerdan unos años que cambiaron mi vida y la forma de afrontarla: el juicio al general Karadzic ha empezado. Una imágenes del cerco a Sarajevo vuelven a mostrarse en televisión y muchos, muchos recuerdos, lecturas y pensamientos acuden a mi memoria.
Me acuerdo de Irina, de como dejó los estudios en Barcelona para volver a socorrer a su familia en Sarajevo. Recuerdo a Trinidad, una compañera de estudios, que le siguió la pista y poco a poco un pequeño grupo fuimos interesándonos por esa guerra. Recuerdo cómo barcelona,( sí, barcelona en minúsculas), vivía su espíritu olímpico mientras a unos centenares de quilómetros una guerra se enseñaba con civiles, una ciudad que había sido olímpica no hace mucho, era sitiada, bombardeada, y todo ese supuesto movimiento olímpico se desentendía de la forma más natural posible. No mirar. Recuerdo seguir no sólo las noticias que llegaban de esa "lejana" guerra, sino de quienes se jugaban el pellejo para poder informarnos. Fuentes, Rojo, Reverte, Martí, Sánchez, Sistiaga, Lobo, Márquez, y tantos otros de memoria obligada en un país que venera a periodistas de mierda televisivos y se olvida de los que realmente importan. Recuerdo que en un mundo sin internet, debía pasar de los tres minutos de conexión de Radio Nacional, a los de la Ser, de buscar una vez a la semana el Heraldo de Aragón, el Punt de tarragona, releer La Vanguardia, El Mundo o el País en busca de esas crónicas que merecían mucho menos espacio que cientos de noticias banales. Aunque el mundo es así y en nada nos diferenciamos de los otros países "civilizados": durante el genocidio de Ruanda, el mundo estaba más pendiente por encontrar restos de semen presidencial en el vestido de una becaria que del segundo mayor genocidio de la era moderna. En fin, no acababa de entender como alguien se jugaba la piel para informar de una guerra cuando en el país receptor de la información importa menos que quien ganaba la liga, quien se folla a quien, o que muebles a puesto el especulador de turno en su salón. Fue en ese tiempo cuando me acostumbré a mirar siempre los pies de foto, la firma de los artículos que leía..., y a viajar. Ya no pude dejarlo. La muerte de Miguel Gil y de Kurtis Slhock en Sierra Leona creo que marcó un antes y un después y propició un interés cada vez más voraz.
Recuerdo el interés de "Jabalí", mi maestro en el arte de viajar, por arrastrarme allá por el 97 hasta Sarajevo. Recuerdo como me impactó ver tantas miradas tristes, mucho más que los agujeros provocados por los morteros, o las fachadas desconchadas a balazos, o los carteles de terreno minado. Miradas de gente como tú y yo a la que una guerra les ha pasado por encima como una segadora llevándose todo lo bueno que habita en los corazones.
La muerte de Miguel merece otro artículo, pero la verdad es que estoy demasiado desengañado y creo que ya a nadie le importa lo que ocurre con el Otro, ni mucho menos el por que...
Antes me enfadaba por el desdén, o la ignorancia mostrada por la mayoría de la gente que me rodea ante las tremendas injusticias que sufren millones de inocentes a lo largo y ancho de Nuestro planeta: Ves una noticia mientras comes en un bar y escuchas comentarios del tipo; "demasiado lejos", "algo habrán hecho", "quién les manda vivir ahí", "¿y qué puedo hacer yo?", "que lo solucionen los políticos que para eso les pagan", por poner los más suaves. Problemas lejanos a los que sólo prestamos atención cuando los medios lo desean o cuando la catástrofe es de tal magnitud que la población de los países desarrollados fuerza a sus políticos para que limpien la conciencia colectiva. ... o cuando nos explota en las narices.
Es por ello que sigo más o menos de cerca a esta raza de personas que buscan mostrar el rostro del inocente que sufre, ese esfuerzo que hacen para que pierdan ese anonimato y su voz de auxilio pueda llegar al otro extremo del mundo. No creo que seamos culpables del hambre en Somalia o de la guerra en Afganistán, pero creo que cada uno debería también asumir una mínima parte de responsabilidad con los otros seres humanos que sufren. Eso puede traducirse en por lo menos tomarse con un mínimo interés lo que sucede en el planeta.
Todo el mundo sitúa Somalia en el mapa, desde hace un mes claro, un pequeño problema olvidado que ahora repercute en forma de sufrimiento para las familias de unos pescadores; ¿Quién lo iba a decir? Si hasta se han hecho películas sobre ese pobre país que fueron éxito en taquilla...., pero no importaba, ni importa, ni creo que llegue nunca a importar que condiciones de vida tienen los habitantes de un país que lleva más de diez años de guerras civiles, que no tiene gobierno, ni instituciones, donde no se puede enviar una carta porque nadie hace sellos, no hay fábrica de moneda, sin escuelas ni ejército, donde la policía no es más que las diversas facciones armadas que controlan pequeñas zonas del país. ¿Es tan difícil imaginar como debe ser la vida para la gente honrada? No creo, tal vez pensemos que todos son piratas o bandidos, pero lo cierto es que la necesidad crea. Para los campesinos y pescadores, para los ancianos y mujeres, para los miles de niños que cada día dejan de asistir a una red de escuelas inexistentes la elección cada día se vuelve más fácil: traficar con drogas, piratear, secuestrar. Vidas sin futuro, viendo como los grandes barcos del hombre blanco faenan y esquilman sus costas sin ni si quiera poder acceder a puestos de trabajo debido a esa pesca, sin impuestos que cobrar pues no hay estado que recaude...., y ahora resulta que los malos son ellos, ..Piratas!!!
La verdad es que el nivel de vergüenza que tenemos en Europa es sonrojante, pero, ¿qué más da? Mañana será centroamérica, pasado el magreb,... ahora leo que han sido secuestrados en Mauritania gente de la caravana humanitaria.
Me pregunto si habrá sido muy difícil convencer a esos mauritanos de que es mejor secuestrar a cuatro blancos, que estar toda la vida esperando a que pase una carrera de coches al año o a que lleguen las ayudas de navidad....
Me acuerdo de Irina, de como dejó los estudios en Barcelona para volver a socorrer a su familia en Sarajevo. Recuerdo a Trinidad, una compañera de estudios, que le siguió la pista y poco a poco un pequeño grupo fuimos interesándonos por esa guerra. Recuerdo cómo barcelona,( sí, barcelona en minúsculas), vivía su espíritu olímpico mientras a unos centenares de quilómetros una guerra se enseñaba con civiles, una ciudad que había sido olímpica no hace mucho, era sitiada, bombardeada, y todo ese supuesto movimiento olímpico se desentendía de la forma más natural posible. No mirar. Recuerdo seguir no sólo las noticias que llegaban de esa "lejana" guerra, sino de quienes se jugaban el pellejo para poder informarnos. Fuentes, Rojo, Reverte, Martí, Sánchez, Sistiaga, Lobo, Márquez, y tantos otros de memoria obligada en un país que venera a periodistas de mierda televisivos y se olvida de los que realmente importan. Recuerdo que en un mundo sin internet, debía pasar de los tres minutos de conexión de Radio Nacional, a los de la Ser, de buscar una vez a la semana el Heraldo de Aragón, el Punt de tarragona, releer La Vanguardia, El Mundo o el País en busca de esas crónicas que merecían mucho menos espacio que cientos de noticias banales. Aunque el mundo es así y en nada nos diferenciamos de los otros países "civilizados": durante el genocidio de Ruanda, el mundo estaba más pendiente por encontrar restos de semen presidencial en el vestido de una becaria que del segundo mayor genocidio de la era moderna. En fin, no acababa de entender como alguien se jugaba la piel para informar de una guerra cuando en el país receptor de la información importa menos que quien ganaba la liga, quien se folla a quien, o que muebles a puesto el especulador de turno en su salón. Fue en ese tiempo cuando me acostumbré a mirar siempre los pies de foto, la firma de los artículos que leía..., y a viajar. Ya no pude dejarlo. La muerte de Miguel Gil y de Kurtis Slhock en Sierra Leona creo que marcó un antes y un después y propició un interés cada vez más voraz.
Recuerdo el interés de "Jabalí", mi maestro en el arte de viajar, por arrastrarme allá por el 97 hasta Sarajevo. Recuerdo como me impactó ver tantas miradas tristes, mucho más que los agujeros provocados por los morteros, o las fachadas desconchadas a balazos, o los carteles de terreno minado. Miradas de gente como tú y yo a la que una guerra les ha pasado por encima como una segadora llevándose todo lo bueno que habita en los corazones.
La muerte de Miguel merece otro artículo, pero la verdad es que estoy demasiado desengañado y creo que ya a nadie le importa lo que ocurre con el Otro, ni mucho menos el por que...
Antes me enfadaba por el desdén, o la ignorancia mostrada por la mayoría de la gente que me rodea ante las tremendas injusticias que sufren millones de inocentes a lo largo y ancho de Nuestro planeta: Ves una noticia mientras comes en un bar y escuchas comentarios del tipo; "demasiado lejos", "algo habrán hecho", "quién les manda vivir ahí", "¿y qué puedo hacer yo?", "que lo solucionen los políticos que para eso les pagan", por poner los más suaves. Problemas lejanos a los que sólo prestamos atención cuando los medios lo desean o cuando la catástrofe es de tal magnitud que la población de los países desarrollados fuerza a sus políticos para que limpien la conciencia colectiva. ... o cuando nos explota en las narices.
Es por ello que sigo más o menos de cerca a esta raza de personas que buscan mostrar el rostro del inocente que sufre, ese esfuerzo que hacen para que pierdan ese anonimato y su voz de auxilio pueda llegar al otro extremo del mundo. No creo que seamos culpables del hambre en Somalia o de la guerra en Afganistán, pero creo que cada uno debería también asumir una mínima parte de responsabilidad con los otros seres humanos que sufren. Eso puede traducirse en por lo menos tomarse con un mínimo interés lo que sucede en el planeta.
Todo el mundo sitúa Somalia en el mapa, desde hace un mes claro, un pequeño problema olvidado que ahora repercute en forma de sufrimiento para las familias de unos pescadores; ¿Quién lo iba a decir? Si hasta se han hecho películas sobre ese pobre país que fueron éxito en taquilla...., pero no importaba, ni importa, ni creo que llegue nunca a importar que condiciones de vida tienen los habitantes de un país que lleva más de diez años de guerras civiles, que no tiene gobierno, ni instituciones, donde no se puede enviar una carta porque nadie hace sellos, no hay fábrica de moneda, sin escuelas ni ejército, donde la policía no es más que las diversas facciones armadas que controlan pequeñas zonas del país. ¿Es tan difícil imaginar como debe ser la vida para la gente honrada? No creo, tal vez pensemos que todos son piratas o bandidos, pero lo cierto es que la necesidad crea. Para los campesinos y pescadores, para los ancianos y mujeres, para los miles de niños que cada día dejan de asistir a una red de escuelas inexistentes la elección cada día se vuelve más fácil: traficar con drogas, piratear, secuestrar. Vidas sin futuro, viendo como los grandes barcos del hombre blanco faenan y esquilman sus costas sin ni si quiera poder acceder a puestos de trabajo debido a esa pesca, sin impuestos que cobrar pues no hay estado que recaude...., y ahora resulta que los malos son ellos, ..Piratas!!!
La verdad es que el nivel de vergüenza que tenemos en Europa es sonrojante, pero, ¿qué más da? Mañana será centroamérica, pasado el magreb,... ahora leo que han sido secuestrados en Mauritania gente de la caravana humanitaria.
Me pregunto si habrá sido muy difícil convencer a esos mauritanos de que es mejor secuestrar a cuatro blancos, que estar toda la vida esperando a que pase una carrera de coches al año o a que lleguen las ayudas de navidad....
Si algo aprendes en Asia es que los desequilibrios siempre se rompen de manera brusca y violenta, que todo, todo en absoluto, está conectado de alguna manera.
¿Quién podría suponer que el odio y el miedo infringido por los nazis al pueblo judío repercutiría de una manera directa y violenta en unos pobres palestinos de Gaza sesenta años después?