El sábado es mi primer día libre. Decido hacer lo que haría si estuviera en un viaje convencional: unos malabares mientras veo salir el sol, un cigarrito, charlar con mi nuevo tsen-tsei Du-Du mientras se dobla en posiciones imposibles con su yoga matinal y también, esto es circunstancial, ver el estado anímico de Lars, Bec y Lance tras la fiesta que se pegaron ayer. ...Siguen durmiendo, así que me voy sólo al mercado que hoy es sábado.
El turista occidental o de nuestro mundo, siente una extraña sensación al entrar en un mercado real de nuestro planeta, el mercado es la quintaesencia de la vida del país que visitas. Destacando en torpeza, altura, blancura y desconocimiento, en el mercado puedes llegar a sentir que realmente estás fuera de tu hogar: los nativos regatean entre ellos, ves circular fracciones de moneda que apenas tenías consciencia de su existencia, compruebas el verdadero valor de la vida y el carácter de los lugareños.
Mi consejo para futuros visitantes a mercados sería este: primero guardar la cámara fotográfica o de vídeo, es necesario disfrutar de todo el campo visual que tenemos y así poder envolvernos de vida. Entrar dando un paseo, sin preguntar ni interrumpir la vida que acontece a tu alrededor. Una vez ya seas capaz de no tropezar con la gente, buscar un desayuno en el propio mercado; un zumo, unas piezas de fruta, unos frutos secos, o como es el caso de hoy, un bocata de aguacate, fríjol, zanahoria, huevo, tomate y chile, sólo 1Quetzal con veiticinco, bastarán, y con calma, intentar encontrar un lugar donde sentarse y comer con tranquilidad.
Al principio sucederá como cuando uno entra en un espeso bosque y se sienta esperando ver vida animal. El silencio es absoluto a tu alrededor, todas las miradas estarán clavadas en el extraño ser que come a su lado. Una pequeña sonrisa y un buenos días bastarán para romper el primer hielo y despejar esas miradas curiosas. Al poco, como en el bosque, empezaremos a escuchar los primeros trinos y cantos de aves invisibles, nosotros escucharemos como las conversaciones se reanudan a nuestro alrededor. Los comerciantes y los compradores empezarán a olvidarse de que a su lado hay un extraño ser. El turista comerá con calma y disfrutará de los aromas, del colorido, del incomprensible Tzhu-kil que hablan en San Pedro y del desayuno, claro. Yo prefiero escribir lo que veo y siento, esto provoca curiosidad y poco rechazo, pues no siempre una cámara es bienvenida. Cuando al cabo de quince minutos se sienta a mi lado un mocoso a curiosear lo que escribo, mientras se come una gran rodaja de sandía, siento que ya formo parte del paisaje, levanto la cabeza y la vida transcurre igual que si no estuviera ahí....sencillamente se olvidaron del turista raro sentado a su vera. Es cuando uno disfruta de verdad. Si al final te acuerdas de sacar la cámara, bien, si no, pues en otro mercado será. Por desgracia, y viendo los turistas intentando fotografiar a los niños, a los ancianos bien, bien de cerca, sin importarles si ofenden o no, veo que no siempre es así.
Este ritual del mercado exige demasiado tiempo, tanto, como el que he tardado en escribir este pequeño relato tras zamparme los postres de mi super-desayuno, un trozo de melón y avellanas garrapiñadas, pero para el occidental, tal vez esto es demasiado tiempo....
, leer, charlar con Du-Du tras la sesión de yoga, comprobar que las visitas de Río Dulce aún continuan dormidas tras la fiesta que se pegaron anoche, están Bec, Lars y Lance, y como están "muertos", pongo rumbo al mercado.. que hoy es sábado. Este es el famoso mercado que tiene en disputa al alcalde con la escuela.
El turista occidental, en cuanto entra en un mercado del otro planeta,
Bueno, m'encataria visitar-lo i probar totes les varietats de fruites tropicals i sabors que ni sé que existeixen.
ResponderEliminarUna abraçada,
LOVE