Nuestras venas..

Siempre me han fascinado los ríos...Esas venas azules que segmentan la tierra...lineas que colorean los mapas...auténticos caminos vitales. No es de extrañar que la humanidad siempre se haya sentido atraída por estas fuentes de vida inagotables y misteriosas...
Cuando descubrí las fuentes del pequeño Llobregat fue cuando de verdad me volví loco por los ríos. Me impresionó que el río que conocía a su paso por Barcelona...¡nacía de la nada!. Un pequeño caño entre las piedras, el gota a gota del deshielo, y gracias a las imperfecciones, a las arrugas de la tierra, el río se convierte en un perfecto guía para descubrir la geografía, la historia y las gentes de un país.
Empecé la búsqueda de más ríos. Los encontré muertos y vivos. Me impresionó la soledad del Tajo, la desbordante vitalidad del Yang-Tsé, el Sena me pareció hastiado y aburrido de su propia fama, el Támesis si que me trajo recuerdos, quizás de otras vidas, de corsos y bergantines, de grog y especias. Me enamoré, sin saber porqué, del salvaje Mekong, me quedé sin habla ante la carga de historia del Guadalquivir, y el Nilo me aburrió...pero el Ganges: este río conserva toda su carga vital primigenia. Sigue siendo venerado como lo que es y sin él, no podríamos entender la India como tal. Lo han asimilado como fuente de vida y seguro refugio en la muerte. Expía pecados y sirve de conexión con las personas queridas ya desaparecidas. Un inmenso cementerio de emociones donde la vida surge con fuerza cada nuevo día.
Espero seguir con mi búsqueda. Curioso que ahora mi destino por un año sea Río Dulce, tal vez ese sea un buen presagio, pero aun siento la necesidad de ver el Congo y navegar junto a Kurtz, llegar a Toumbuctú a través del Níger, apabullarme con el Amazonas y el Orinoco, cruzar las fronteras del Amur, escuchar un blues cerca del Missisippi, atravesar Río Grande...